Por su propia naturaleza, los procesos de generación, transferencia y aplicación del conocimiento requieren la participación coordinada de diversos agentes para ser concretados de manera exitosa, pues existe una relación directa entre la amplitud, frecuencia e intensidad de dichos vínculos con su capacidad de producir resultados significativos en tiempos más cortos.
Por ello, toda política pública de desarrollo debe contemplar la promoción de la vinculación entre los integrantes de los sectores académico, privado, público y social con la finalidad de consolidar un verdadero ecosistema de innovación en su ámbito territorial. Labor que no debe restringirse a los límites geográficos de la región, sino que, aprovechando que vivimos cada vez más interconectados, debe extenderse a otras regiones del mundo con la finalidad de acelerar este proceso, mejorar el perfil y ampliar los alcances de las actividades realizadas localmente.
Así la diplomacia científica se ha convertido en un enfoque permanente y transversal en el impulso al desarrollo basado en el conocimiento, el cual debe estar presente en la creación de infraestructura científica y tecnológica, en la formación de capital humano de alta especialización, en el impulso a la investigación, el desarrollo y la innovación, así como en los esfuerzos de difusión y divulgación del conocimiento.